El Auditorio Nacional de CDMX, un recinto para la música
El Auditorio Nacional de CDMX, un recinto para la música: Dos mil hombres y cuatrocientos días de trabajo que iniciaron en abril de 1951. Jornadas divididas en tres turnos. Desaforada carrera contra el tiempo en la que cada segundo se materializaba en sólidas estructuras de acero. Durante meses, el día y la noche dejaron de existir en aquel sitio de la Ciudad de México donde los legendarios árboles contaban una historia milenaria y presenciaban la construcción de un nuevo símbolo de la modernidad: el Auditorio Nacional.
La obra debía quedar concluida para el 25 de junio de 1952, fecha en que el presidente Miguel Alemán se presentaría para inaugurarla y dar inicio a la XXXV Convención Mundial de la Asociación Internacional de Leones. A escasos cinco meses de entregar el poder, quería aprovechar la presencia de extranjeros en México para mostrar al mundo un país moderno, desarrollado y monumental que lentamente dejaba atrás su rostro rural.
La noche del 25 de junio de 1952 un público expectante se dio cita en Paseo de la Reforma. Muchos acudieron como invitados y participantes a la convención para ocupar las 12 300 butacas disponibles. Fue el evento social más importante del año. Con el presidente Alemán, llegaron el regente del Distrito Federal, Fernando Casas Alemán; el secretario de Gobernación, Ernesto P. Uruchurtu; el secretario de Hacienda, Ramón Beteta; el de Relaciones Exteriores, Manuel Tello; el de Bienes Nacionales, Ángel Carvajal, y el de Recursos Hidráulicos, Adolfo Orive Alba. La plana mayor del gobierno pasaba lista en Reforma. Con toda justicia, la prensa se refirió al Auditorio como “obra de titanes”, digna del México moderno de mediados del siglo XX.
Sin embargo, a pesar de su inauguración, el Auditorio aún no estaba terminado. Se habían gastado 30 millones de pesos y los responsables señalaron que “para concluir los importantes trabajos que proporcionarán a la Ciudad de México su máximo centro de reunión social” era necesario invertir 10 millones de pesos más, y aseguraron tener lista la construcción para el mes de noviembre, de tal forma que Miguel Alemán pudiera despedir su sexenio con la magna obra.
Entre 1953 y 1962 edificaron la Unidad Artística y Cultural del Bosque, compuesta por el Auditorio Nacional, los teatros del Bosque, El Granero y Orientación, el Parque Infantil, Escuela y Departamento de Danza, la Sala Villaurrutia, los Habituarios, oficinas generales, salas para exposiciones, la Dirección de Acción Social, el Instituto Latinoamericano de Cinematografía Educativa de la UNESCO y la Escuela y Departamento de Teatro.
Una historia más profunda del Auditorio Nacional
Era 1948 cuando el equipo ecuestre de México sobresalió de entre muchos en los Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo en Londres. El general Humberto Mariles, a través de su caballo "Aerete", fue acreedor a la medalla de oro de su competencia.
Este triunfo impulsó al presidente de la época, Miguel Alemán, a donar unos terrenos para el Campo Marte, para ahí realizar actividades de equitación en un espacio especial y techado. En dicho recinto, había caballerizas, cuartos para los caballerangos, un granero e inclusive un teatro principal.
El proyecto corrió a cargo de los arquitectos Fernando Parra, Fernando Beltrán, Fernando Peña y Óscar de Buen. Y cabe mencionar, que la estructura de hierro que se construyó fue elaborada con la misma técnica que se utilizó para la Torre Eiffel.
Sin que el lugar estuviese finalizado, la inauguración tuvo fecha el 25 de junio de 1952. Pero al entrar el siguiente turno presidencial, Adolfo Ruiz Cortínez estableció que la política del Auditorio sería austera. Las actividades se suspendieron, cosa que hizo creer a los habitantes de la Ciudad de México que el recinto ya no funcionaría como lugar de equitación.
Las especulaciones se convirtieron en realidad, y un año más tarde se le comenzó a llamar al espacio el Teatro El Granero. Sirvió como sede de la Unidad Artística y Cultural del Bosque de la capital mexicana. Y para 1955, su nombre oficial se convertiría en Auditorio Nacional.
Las décadas transcurrieron, y el recinto fue testigo de todo tipo de expresión artística y cultural; desde ferias comerciales y actor políticos, hasta certámenes de belleza e incluo los Juegos Olímpicos.
Para 1980, el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), el Conaculta y el Departamento del Distrito Federal, propusieron una remodelación. La reconstrucción quedaría en manos de los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky.
Más de un año duró la remodelación, hasta que en 1991, abriría sus puertas para darle un giro distinto a su función. Los conciertos y espectáculos en México encontrarían este lugar el idóneo para llevarse a cabo.
Fue así como los artistas y grupos con más peso en la escena internacional, arribarían al Auditorio Nacional como un destino obligado en México.
En la actualidad
El mercado global de conciertos en vivo vale más de 12,100 millones de dólares (mdd) y ha crecido vertiginosamente desde 2008 cuando recaudaron en las taquillas más de 8,200 mdd, según la agencia eMarketer.
Eso significa un imán para nuevos inversionistas que quieren un pedazo de ese gran pastel, en especial en México, ya que el país se ubica entre los primeros 20 consumidores globales de este tipo de espectáculos, según eMarketer.
Sólo en el último año, en el DF surgieron tres nuevos recintos de espectáculos en vivo: la Arena de la Ciudad de México, en la que se invirtieron 300 mdd para su construcción; el auditorio BlackBerry (re-modelación del viejo cine Las Américas); y el Pepsi Center, en el World Trade Center capitalino, desarrollado por HIR, OCESA, Pepsi y Cervecería Cuauhtémoc.
Atraer espectáculos también requiere una buena infraestructura. Por ejemplo, los rockstars, al planear sus giras globales, subastan fechas al mejor postor pero condicionan su presencia a estar sólo sobre los mejores escenarios de cada país.
De ahí que los centros de espectáculos que aspiran a traer a artistas de talla mundial deben satisfacer también sus caprichos y sus exigencias técnicas.
El interior del gigante
El auditorio puede albergar a 9,366 asistentes. Para controlar su flujo, el recinto cuenta con 14 puertas verdes que dan acceso al vestíbulo, y de ahí se distribuyen por 29 puertas localizadas en tres pisos que llevan a la sala.
También posee una rampa en el exterior para personas con discapacidad, y un elevador. No menos importante es el sistema de ventilación de aire, impulsado por medio de motores de bajo costo y de fácil mantenimiento, que refrescan la sala sin afectar a los artistas en el escenario.
La idea de que el show debe continuar vive entre sus paredes. Infinitamente, abre y cierra sus telones, que pesan desde 200 kilos (piernas o bambalinas) hasta una tonelada (telón de las Sandías).
Su tramoya fue diseñada por la afamada compañía Jules Fischer, conjuntamente con los arquitectos González de León y Zabludovsky, bajo la supervisión de Mark Giancola, director de Producción del auditorio, lo mismo que su foso de orquesta.
El enigma de la luz
Para iluminar este titán del entretenimiento se utilizan 101 lámparas, colocadas tanto en el interior como en el exterior, la luz de la sala requiere 360 pares. El paso de gato (puente frontal de iluminación) para el escenario tiene 100 reflectores lekos (50 de 5 grados y 50 de 10 grados).
La tramoya cuenta con 140 reflectores de diferentes características distribuidos en cuatro varas eléctricas y una quinta vara con luz de ciclorama de tres colores.
El consumo de watts en el escenario suma 120,000 y en la sala, 305,000. Claro que la cantidad de reflectores en escena depende de los requerimientos de cada espectáculo.
Otra de las grandes virtudes del auditorio es tener un escenario de 23.70 x 18 metros, incluido el foso de orquesta que se adapta como escenario con el uso de telones, iluminación, etcétera, según el espectáculo, como ocurrió con Disney sobre hielo, El rey león, Mary Poppins o Miss Universo, por mencionar algunos.
En el caso de Disney sobre hielo, se recurrió incluso a la opción que ofrecen las butacas cercanas al escenario; se desmontaron 12 filas para instalar la pista de hielo y una plataforma que ocupó el centro de la sala.
Otra de las claves del éxito del lugar es la capacidad para recibir lo mismo producciones modestas que otras enormes y complejas. Para ello, cuenta con el Lunario, espacio para conciertos más pequeños, con capacidad para 1,000 personas.
El Lunario favorece la presentación de diversos géneros artísticos, lo mismo conciertos de rock-pop que recitales de piano, presentaciones de jazz, recitales de ópera y funciones de cine. Además, ahí se pueden ver transmisiones de teatro en vivo vía satélite desde diversos puntos del mundo.